Por César Hurtado
La historia de cada cuatro años
se repitió. El mentado quinto partido sigue siendo un mito para México. Y a
pesar de, como aficionados, no aprender la lección, algo había diferente en
este equipo.
Después de una eliminatoria
desastrosa, donde la deportividad y honestidad del vecino del norte nos dio una
segunda oportunidad, nadie, absolutamente nadie, esperaba el desempeño que
mostraron en sus 4 partidos. Tuvieron una unión de grupo como pocas. Ilusionaron
a un pueblo ávido de un éxito aunque, estrictamente, sea ajeno. El ‘Piojo’ tomó
un equipo resquebrajado, para unirlo con pegamento industrial. Se merecen un
enorme aplauso y nuestro reconocimiento, aunque no haya sido suficiente para
poder alcanzar el dichoso quinto partido.
Más allá de todas las virtudes de
este equipo, México no se atrevió a atentar contra su historia. Pero esos sí,
basta del “jugó como nunca”, México jugó como siempre y perdió como siempre. Se
tuvo a Holanda en la juguera, pero no se tuvo el valor de exprimirla. Después
del gol al 50’, sólo queríamos una cosa: Que se acabara el partido. México no
tuvo la capacidad de manejar el partido, y es que es tan importante saber
reaccionar ante la ventaja como ante la desventaja. México se vio adelante
gracias a una genialidad de Dos Santos, y se pensó que con eso sería suficiente. Con un México tirado atrás ante un equipo que
cuenta con Robben, no se podía esperar otra cosa.